Fundación Humanismo y Ciencia, Archivo de la Felicidad, www.fun-humanismo-ciencia.es/felicidad


EL BIENESTAR DE LOS HIJOS ÚNICOS

Por Ruut Veenhoven y Maykel Verkuyten
ADOLESCENCE, Vol.24 Nº 93, primavera 1989, págs. 155-166

Traducido por Laura Morejón

RESUMEN


Generalmente el hecho de ser hijo único se considera una desventaja. Se piensa que la ausencia de hermanos supone la privación de experiencias de aprendizaje fundamentales, mientras que la atención exclusiva de los padres dicen que conduce al consentimiento excesivo y a la sobreprotección. Según tales creencias, los hijos únicos se convierten en adultos egoístas, inadaptados e infelices. Diversos estudios empíricos se han opuesto a tales creencias, al menos en lo que concierne a los adultos americanos. Este estudio se centra en adolescentes holandeses sin hermanos. Examina las afirmaciones de que los hijos únicos tienen una juventud menos feliz al verse sometidos demasiado pronto a la forma de pensar y al comportamiento de los adultos y que se convierten en “cerebritos” —son buenos en el colegio, pero no destacan en los deportes y no son muy populares entre los compañeros. Los datos se recopilaron a través de cuestionarios administrados a 2.511 alumnos de secundaria. Los hijos únicos registrados en esta muestra no se mostraron menos felices ni su autoestima global resultó ser inferior. La hipótesis de “cerebritos” se confirmó sólo en parte. Los hijos únicos se sienten menos capacitados para los deportes; sin embargo, no se consideran mejores en el colegio o menos populares entre sus compañeros.

INTRODUCCIÓN

Pocas personas consideran ideal la familia con un hijo; un estudio realizado a nivel mundial encontró que sólo el 3% estaba a favor de esta opción en los países en desarrollo y alrededor de un 5% en los países desarrollados de Occidente ("Le Monde Entier", 1977). Sin embargo, muchos niños crecen sin hermanos: en los países en desarrollo cerca del 7% y en los desarrollados, más del 15%. El índice de hijos únicos es particularmente elevado en los países comunistas, por ejemplo, en China, el 21% (Chen, 1986) y en Hungría el 27% (Poston y Mei-Yu-Yu, 1985). Las cifras crecen rápidamente. En los Estados Unidos la proporción de mujeres que esperan tener sólo un hijo aumentó de un 7% en 1960 a un 11% en 1970 (Moore y O'Connel, 1978). Esta situación nos lleva a plantearnos dos preguntas: ¿Por qué hay tan pocas personas que quieran tener sólo un hijo? y ¿por qué hay tantas que tienen sólo uno?

Una de las razones principales de que tan pocas personas opten por tener solamente un hijo es que se suele pensar que los niños no crecen bien sin hermanos, que se convierten en niños solitarios y que se les priva de oportunidades para desarrollar sus habilidades sociales, ya que la atención exclusiva de sus padres hace que el niño esté excesivamente consentido y sobreprotegido. No sólo se piensa que esto provoca una infancia infeliz, sino también una inadaptación —que los hijos únicos se vuelven adultos egoístas, aislados y descontentos. Estas creencias se encuentran firmemente enraizadas en la opinión pública, incluso en países donde el predominio de los hijos únicos es elevado. Dos de cada tres americanos considera que ser hijo único es una desventaja y este porcentaje ha variado poco en las últimas décadas (76% en 1956, 67% en 1977). Cuando se les pregunta qué tipo de inconveniente tienen en mente, la mayoría de los americanos menciona el carácter: describen a los hijos únicos como egocéntricos, dominantes, ansiosos y peleones (Blake, 1981). La mayoría de los chinos supone, además, que afecta a la personalidad (Chen, 1986).

Sin embargo, existen varias razones que provocan que la incidencia de familias con un único hijo crezca cada vez más. En primer lugar, el tener sólo un hijo le da a la madre más oportunidades para trabajar fuera de casa. En segundo lugar, muchos padres no tienen el número deseado de dos o tres hijos debido a la ruptura anticipada del matrimonio, en particular debido al divorcio. Uno de cada tres hijos únicos en los Estados Unidos vive en un hogar roto, en comparación a la media de uno de cada cinco (Blake, 1981). En tercer lugar, la infertilidad, en ocasiones, impide el nacimiento de más niños. El índice de infertilidad secundaria ha aumentado algo durante las últimas décadas; por ejemplo, como resultado de la temprana actividad sexual y una demora del primer nacimiento. China representa un caso especial, donde el gobierno más o menos exige tener sólo un niño para limitar la población.

El amplio predominio de tal limitación a pesar del amplio rechazo presenta serios problemas, es decir, puede tener diversos efectos perjudiciales. Primero, significa que uno de cada doce niños nacidos hoy inspiran pena y desconfianza. Segundo, la actitud negativa hacia los niños sin hermanos perjudicará, probablemente, a los millones de padres que –más o menos conscientes— se deciden por tener un solo hijo. Esto puede originar en ellos un sentimiento de culpa que puede complicar la relación con sus hijos. Tercero, la opinión negativa que existe de los hijos únicos puede inducir a algunos padres a tener más niños de los que en realidad quieren. El deseo de evitar quedarse con un único hijo es hoy en día una razón importante por la que los padres americanos deciden tener un segundo hijo (Solomon, Clare y Westoff, 1956). Esto probablemente acarree consecuencias negativas a gran escala para el bienestar de padres1 e hijos2 , al tiempo que contribuye a la superpoblación.

Llegados a este punto es bueno saber si los hijos únicos realmente están en desventaja.

Estudios anteriores.

Aunque pocas investigaciones se han centrado exclusivamente en las características de los hijos únicos, este tema ha estado presente en cerca de 200 estudios referentes al tamaño de la familia y la tasa de natalidad. Han surgido numerosas críticas a estos hallazgos (Thompson, 1974; Falbo, 1977; Falbo y Polit, 1986; Polit, Nuttal y Nuttal, 1980). Los críticos rechazan con unanimidad la afirmación de que los hijos únicos están en desventaja. Por el contrario, consideran que existen pequeñas ventajas en cuanto al éxito y la satisfacción.

Estudios entre los adultos

La mayoría de los estudios se centran en los adultos y comparan a la mayoría que crece con hermanos con la minoría que crece sin ellos. Además, en la mayoría de ellos se estudian poblaciones específicas y carecen de control suficiente de falsa distorsión. Sin embargo, recientemente se han realizado tres análisis bien controlados de los conjuntos de datos representativos de los Estados Unidos (Claudy, Farrel, y Dayton, 1979; Blake, 1981; Glenn y Hoppe, 1984). Los adultos sin hermanos no parecen estar en desventaja. De hecho, las pocas diferencias que se encontraron indican lo contrario. Los hijos únicos adultos parecen ligeramente más exitosos socialmente, tienen puestos de trabajo más prestigiosos y se casan con personas mejor educadas; también parecen encontrar en cierto modo más placer en la vida. Estas diferencias permanecen cuando se controla el efecto positivo de su clase superior. Contrariamente a la esperada escasez de competencias sociales, los adultos que son hijos únicos no parecen ser más proclives al divorcio, ni mantener actitudes más cautelosas hacia respecto a los demás. Lo más que puede decirse es que los adultos sin hermanos pasan algo de menos tiempo con los amigos y prefieren las familias poco numerosas.

Por supuesto, no puede considerarse que estos resultados aclaren la cuestión. En primer lugar, no es seguro que se vayan a encontrar resultados similares fuera de los Estados Unidos. La pequeña ventaja de ser hijo único puede, por ejemplo, restringirse a culturas que valoran el individualismo. Desgraciadamente, todavía no se dispone de estudios suficientemente complejos de otras culturas. En segundo lugar, los estudios entre los adultos no implican que ser hijo único no pueda ser un inconveniente en la juventud. La sabiduría popular puede estar en lo cierto al decir que los niños crecen mejor con hermanos que sin ellos, aunque tales desventajas a corto plazo para el hijo único se conviertan en ventajas a la larga3 , durante el desarrollo.

Estudios entre los jóvenes

Los estudios entre los jóvenes tampoco son muy abundantes y también son principalmente de americanos. La atención se ha centrado en el funcionamiento social y cognitivo. Los resultados están en línea con los estudios entre los adultos que hemos mencionado antes. Los hijos únicos parecen consecuentemente más inteligentes; obtienen puntuaciones ligeramente más altas en los tests de inteligencia y les va mejor en el colegio (por ejemplo, Zajonc y Marcus, 1975; Claudy, Farrel y Dayton, 1979). El último estudio también encuentra que los hijos únicos son más maduros, más sensibles socialmente, más exigentes y más cultos. Al participar más en la vida de los adultos, parecen adultos pequeños. Por otro lado, parecen algo menos sociables, al menos de acuerdo con lo que ellos mismos dicen. Sin embargo, no difieren de los niños con hermanos en cuanto a tranquilidad, impulsividad, timidez, dinamismo, energía o liderazgo.

Aún así, estos resultados no descartan la posibilidad de que criarse como hijo único suponga una desventaja importante. Los hijos únicos pueden ser inteligentes, cultos y maduros, pero se sienten infelices e inseguros. Al ser sometidos, incluso con éxito, a la forma de pensar y al comportamiento adulto, ellos desperdiciarían algunas de las experiencias gratificantes de la infancia. El hecho de que vivan de acuerdo con las expectativas de sus mayores podría establecer exigencias demasiado altas y distanciarlos de los niños de su edad. Es muy probable que sientan desánimo y dudas de sí mismos, como muestran dos estudios existentes. Uno de ellos estudió a niños durante los dos primeros años de vida, comparando primogénitos que más tarde tuvieron hermanos con primogénitos que permanecieron solos. A los tres meses de edad, los que iban a ser hijos únicos lloraban más y sonreían menos. Sin embargo, a los 12 y 24 meses tales diferencias desaparecieron (Feiring y Lewis, 1982). El otro estudio mostraba valoraciones retrospectivas que algunos homosexuales hacían de su infancia. Los hijos únicos homosexuales recordaban infancias menos felices que aquellos que crecieron con hermanos (Hogan, Kirchner, Hogan y Fox, 1980). Estos resultados sugieren que el papel cognoscitivo de los hijos únicos se consigue, de hecho, a expensas de un sentido inferior de bienestar. Esto no se puede probar aún ya que dichos estudios recurren a poblaciones demasiado específicas, carecen de un indicador fiable de bienestar y no comprueban las distorsiones falsas.

Otra cuestión es si los hijos únicos tienden a tener “falta de equilibrio”, es decir, su mejor rendimiento intelectual contrapesa un desarrollo más pobre de otras capacidades.

Investigación

Las cuestiones sobre desventajas duraderas en el carácter de los hijos únicos están, por lo tanto, aclaradas en gran parte. Los hijos únicos adultos no parecen estar en desventaja, al menos en los Estados Unidos. Sin embargo, aún quedan sin responder algunas dudas sobre posibles desventajas a corto plazo. Nuestro conocimiento sobre la juventud de los hijos únicos es limitado, sobre todo en lo que concierne a las dos cuestiones siguientes.

¿Juventud menos feliz?
¿Se consigue un mejor rendimiento escolar y un mayor éxito de los hijos únicos adultos a expensas de una juventud menos feliz? Si los hijos únicos tienden a estar forzados a la forma de pensar y al comportamiento adulto demasiado pronto, es decir, se intentan ajustar a un modelo que realmente no encaja con su desarrollo, es probable que se sientan menos alegres y estén menos satisfechos. Este estudio buscaba determinar si éste era el caso. Se trataba de ver si, al estar forzados constantemente a rendir por encima de su nivel de desarrollo, los niños sin hermanos también deberían mostrar una autoestima inferior. Aunque ellos puedan ser más inteligentes, más exigentes y más cultos que otros niños, obviamente no alcanzan el nivel de los adultos por el cual se esfuerzan. Al mismo tiempo, tampoco cumplen totalmente las exigencias de los niños de su edad.

¿Cerebritos?
Si no totalmente desfavorable, el desarrollo de los hijos únicos pudiera ser, al menos, desigual. Ellos podrían llegar a ser cerebritos a los que les va bien en el colegio y reciben elogios de sus padres y profesores, pero les va peor en los deportes y no son muy populares entre sus compañeros. Este estudio examina esta hipótesis comparando el concepto que los hijos únicos tienen de sí mismos con el de los demás. Si los hijos únicos tienden a convertirse en cerebritos, sus autovaloraciones (yo real) deberían ser relativamente positivas respecto a cualidades intelectuales y relativamente desfavorables en el campo del comportamiento físico y social. Probablemente esperen
ser vistos de esta forma también por los demás (yo social), en particular por sus compañeros. Por lo tanto, es probable que se adapten a sus patrones, obteniendo cualidades intelectuales superiores y un comportamiento en los deportes y con los compañeros menor (yo ideal).

MÉTODO

Sujetos
Los datos se recopilaron entre alumnos de 40 centros de enseñanza secundaria en Holanda. Todos los tipos de centros de enseñanza secundaria de Holanda estaban representados de forma proporcional. Se seleccionaron centros de todas las regiones del país. Las clases dentro de los centros se eligieron al azar; de entre ellas, 2.511 estudiantes completaron un cuestionario. Sus edades estaban comprendidas entre los 13 y los 17 años; el 54% eran chicos y el 46 % chicas. El número de hijos únicos en esta muestra era de 280 (11%). La distribución de sexo y edad entre los niños sin hermanos no se diferencia del total de la muestra.

Indicadores
Se calcularon dos dimensiones de felicidad: satisfacción con la vida en su totalidad y humor actual. El primero se midió con la escala de diez puntos de Cantril (1965), en la que lo más alto indica la mejor vida posible que uno puede imaginar y lo más bajo la peor. Los encuestados indican en qué punto se encuentra su propia vida ahora. Este indicador se utiliza generalmente en investigación intercultural y es muy apropiado para los niños y adolescentes porque no emplea palabras difíciles como “felicidad” o “satisfacción”. Sin embargo, una limitación podría ser que mide una valoración más o menos cognoscitiva que podría no mostrar totalmente el sufrimiento emocional, provocando que la evaluación se vea modificada por valores y comparaciones. Uno también podría dudar de si los adolescentes son capaces de evaluar lo suficientemente la vida. Por ello, el humor más crudo también se calculó. Para este propósito se utilizó la escala afecto-equilibrio (Bradburn, 1969), que incluye 10 preguntas directas (respuesta sí o no) sobre la incidencia de sentimientos específicos positivos y negativos en las últimas semanas. Las respuestas a esta última escala fueron razonablemente homogéneas: el alfa de Cronbach fue 0,71. La autoestima global se midió con la escala de autoestima de Rosenberg (1965), que cuenta con 10 preguntas, cada una marca sobre una escala de 5 puntos (4 puntos al principio; se añadió una categoría neutra). El alfa de Cronbach fue 0,69. Las autovaloraciones específicas se calcularon a través de preguntas sobre los cuatro temas siguientes: belleza, rendimiento en deportes, rendimiento en el colegio y popularidad entre los compañeros. Cada tema se valoró en tres dimensiones: cuánta importancia tiene la excelencia en cada área (yo ideal), cómo cree el sujeto que otros perciben su comportamiento (yo social) y cómo el sujeto se juzga a sí mismo (yo real).

RESULTADOS

No es menos feliz
El análisis de la varianza con las variables hijo único x entorno social x sexo no muestra un efecto principal importante en el primer factor (Tabla 1). Los hijos únicos adolescentes no parecen estar peor que sus coetáneos con hermanos. De hecho, mostraron ligeramente más satisfacción de vida, aunque algo menos de afecto. Sin embargo, ninguna de estas diferencias es estadísticamente importante. Al contrario de los resultados de estudios anteriores en los Estados Unidos, el hecho de ser hijo único no parece ser más ventajoso para los chicos que para las chicas. El análisis de la varianza mostró que no hay efectos de interacción bidireccional entre hijos únicos y sexo.

Tabla I

Bienestar entre hijos únicos y niños con hermanos

  Puntuación media
  hijos únicos niños con hermanos
  N=280 N=2231 F P
satisfacción de vida 7,5 7,3 2,96 > 0,05
nivel de humor 1,6 1,7 0,80 > 0,10
autoestima global 3,8 3,7 0,27 > 0,10


Una ventaja en el entorno social no oculta un efecto negativo

Como se observó antes, los padres de hijos únicos tienden a estar mejor educados y a disfrutar de ingresos por encima de la media. Esta ventaja para los hijos únicos podría compensar la presunta desventaja de crecer sin hermanos. La observada ausencia de una diferencia en el bienestar medio podría ser malinterpretada.

Sin embargo, el presente estudio encontró que la situación ocupacional de los padres no era superior entre los hijos únicos. Por lo tanto, la ausencia de una diferencia en el bienestar no puede atribuirse a una diferencia en el entorno social. En cualquier caso, la situación de los padres tiene poca influencia en el bienestar percibido; las correlaciones con la satisfacción de vida y el nivel hedónico fueron ambas de 0,02. Esto se mantiene tanto para los hijos únicos como para los que tienen hermanos. En la sociedad holandesa actual, la clase social tampoco está relacionada con la felicidad de los adultos (Veenhoven, 1984).

Unos antecedentes de hogar roto no obstaculizan un efecto positivo
Las investigaciones anteriores incluían controles de toda la familia para comprobar si el posible bienestar inferior de los hijos únicos podría ser el resultado falso de una gran incidencia de trastorno familiar en esta categoría. En el caso que tratamos, no apareció bienestar inferior. Por lo tanto, la cuestión no es si el primer orden de promedios sugiere de forma inapropiada una desventaja de crecer solo, sino si ellos no muestran la ventaja en su totalidad.

Los hogares rotos, de hecho, son más frecuentes entre los hijos únicos estudiados aquí (el 27% en comparación con el 15%). Sin embargo, no hay efectos importantes de interacción bidireccional entre hijos únicos y hogares rotos (satisfacción de vida, F = 0,72, p > 0,10; afecto hedónico, F = 0,79, p > 0,10). La interacción triple, con el sexo como tercer factor, tampoco muestra efectos. Esto significa que no hay diferencias a este respecto entre chicos y chicas.

Una madre trabajadora no oculta una ventaja
Es más probable que los padres de hijos únicos trabajen fuera de casa. Esto se aplica a las madres en particular; su deseo de continuar trabajando es una razón de peso para tener sólo un hijo. Como resultado, es muy probable que los hijos únicos sean niños con padres trabajadores y, por lo tanto, se sientan más solos e infelices. Sin hermanos, esta condición se agrava más. Tal efecto podría entonces distorsionar la visión sobre las consecuencias de ser hijo único como tal y podría ocultar, de nuevo, la ventaja de crecer sin hermanos.

De hecho, no aparecen demasiadas madres trabajadoras entre los hijos únicos de esta muestra, ni hay madres trabajadoras asociadas con un bienestar inferior de los niños. Los niños de madres trabajadoras presentan una satisfacción de vida y un nivel hedónico algo mayor –tanto hijos únicos como niños con hermanos, e hijas únicas en particular.

El empleo del padre está también asociado con un mayor bienestar de los hijos únicos, mayoritariamente entre las chicas. Las hijas únicas cuyos padres están desempleados presentan menos satisfacción de vida y se sienten más deprimidas. Por otro lado, el desempleo del padre apenas guarda relación con la felicidad de los niños con hermanos.

La autoestima no es inferior
Los hijos únicos no difieren de los que tienen hermanos en la apreciación global de ellos mismos (Tabla 1). De hecho, muestran algo más de autoestima. Como en el caso de la felicidad, la falta de diferencias permanece después de controlar la situación ocupacional de los padres y los antecedentes de un hogar roto. La especificación de la situación de empleo de los padres mostró una autoestima global significativamente mayor de las hijas únicas con madre trabajadora (efectos de interacción triple entre hijo único, sexo y madre trabajadora: F = 4,1, p < 0,05). Las hijas únicas con un padre desempleado, por otro lado, se distinguen de los niños con hermanos por una autoestima global inferior (efecto de interacción triple entre hijo único, sexo y padre trabajador: F = 3,9, p < 0,05). Este último patrón refleja el caso de felicidad.

Diferencia desigual en autovaloración
No aparecen diferencias en conceptos ideales de sí mismo, pero hay una ligera diferencia en la valoración del yo social y una diferencia notable en la valoración del yo real (Tabla 2).


Tabla 2

Autovaloraciones específicas de hijos únicos y niños con hermanos

 

Puntuación media

 

hijos únicos

niños con hermanos

 

N=280

N=2231

F

P

Yo ideal

Belleza

3,8

3,7

0,48

> 0,10

Deporte

3,1

3,4

2,52

< 0,01

Popularidad

3,7

3,6

1,10

> 0,10

Colegio

4,3

4,3

0,53

> 0,10

Yo real

Belleza

5,0

5,8

2,64

< 0,01

Deporte

3,2

3,5

2,80

< 0,01

Popularidad

0,04

0,01

0,24

> 0,10

Colegio

-0,09

-0,01

0,77

> 0,10

Yo social

Deporte: madre

1,9

2,1

2,53

< 0,01

Deporte: padre

1,9

2,1

2,45

< 0,02

Deporte: amigos

1,8

1,9

2,01

< 0,05

Deporte: compañeros

1,6

1,8

2,43

< 0,02

 
Colegio: madre

1,8

1,8

0,81

> 0,10

Colegio: padre

1,8

1,8

0,25

> 0,10

Colegio: amigos

1,8

1,8

0,83

> 0,10

Colegio: compañeros

1,7

1,8

1,11

> 0,10

Colegio: profesor

1,6

1,6

0,36

> 0,10

Yo ideal
Contrario a la hipótesis de los cerebritos, los hijos únicos no le dan gran valor a las buenas notas, a la popularidad y a la belleza. Sin embargo, destacan por su valoración inferior de los deportes.

Yo social
Los hijos únicos tienden menos a pensar que otros los consideran buenos en los deportes. No sólo valoran como inferior su reputación con los compañeros, sino que también es más probable que piensen que sus padres sienten que no son buenos en los deportes. Sin embargo, no consideran que tengan una reputación mejor en el colegio (con los compañeros, padres y profesores).

Yo real
Las opiniones de los encuestados mismos sobre las cuatro cualidades difieren en dos casos. Los hijos únicos están menos satisfechos con su belleza que los que tienen hermanos y se sienten menos hábiles en los deportes. No hay diferencias con respecto al rendimiento escolar y la popularidad.

DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN

Este estudio rechaza la hipótesis de que el desarrollo cognoscitivo ligeramente mejor de los hijos únicos se consiga a expensas de su bienestar emocional. Los hijos únicos no se diferencian de los que tienen hermanos en lo que respecta a satisfacción de vida y nivel hedónico. Su autoestima global tampoco es inferior, incluso no valoran tanto su belleza y aptitudes deportivas. Este resultado está en línea con los estudios anteriores entre adultos americanos que tampoco encontraron evidencia de bienestar inferior.

Aun así, el hecho de ser hijo único puede ser desventajoso con ciertas condiciones; los datos indican que el desempleo de los padres es una de tales condiciones. Las hijas únicas, al menos, presentan menos satisfacción de vida y un nivel hedónico y autoestima inferior cuando no trabajan sus padres, mientras que los hijos únicos varones y los niños con hermanos muestran muy poco dicha diferencia. Esto podría interpretarse como un fundamento a la idea de que los hijos únicos tienden a estar sobreprotegidos. Una vigilancia continua –combinada con menos libertad para las chicas—podría dar como resultado un clima familiar sofocante. El efecto del desempleo del padre es mayor que el que produce el desempleo de la madre, posiblemente porque el desempleo entre los hombres tiende a estar más estrechamente relacionado con problemas psicológicos. Si este es el caso, implica que los hijos únicos son más vulnerables a las patologías de los padres que los niños con hermanos.

Algunos de los estudios sobre adultos americanos que se han mencionado antes encontraron que los hijos únicos varones tenían más éxito y eran más felices comparándolos con niños con hermanos, que las hijas únicas. De ahí Blake concluyó que los varones tienen una ventaja mayor al ser hijos únicos. El estudio actual no mostró tales diferencias entre los adolescentes holandeses. Sin embargo, el análisis anterior de la relación entre el bienestar de un hijo único y el empleo de los padres no indica, en efecto, que las chicas sean más vulnerables a las desventajas de ser hijo único.

Sin embargo, los datos proporcionan fundamento a la idea de que el desarrollo de los hijos únicos supone una cierta desigualdad. La hipótesis de los cerebritos se confirma en que los hijos únicos están menos involucrados en los deportes y se sienten menos capacitados para ellos, ante sus propios ojos y ante los de los demás. Sin embargo, la hipótesis no se confirma en lo que respecta a rendimiento escolar y popularidad. Los hijos únicos no piensan que sean mejores en el colegio, no le dan mucho valor a la popularidad o sienten que su popularidad actual es inferior. Lo que es desconcertante es que los hijos únicos valoren su belleza como inferior. Este hallazgo tendría sentido si también se sintieran menos populares, lo que podría haberlos hecho más exigentes con su belleza. Además, esta explicación supondría que la apariencia ocupa un lugar preferente en los ideales de los hijos únicos, que tampoco es el caso.

Entre los adolescentes holandeses, ser hijo único no supone mayor riesgo de tener una juventud infeliz. Como promedio, los hijos únicos en este estudio no parecen ser menos felices. Sin embargo, es posible que los hijos únicos estén en desventaja con condiciones específicas. Los resultados indican que el desempleo de los padres es una de dichas condiciones para las chicas, y que hay sólo en parte fundamento para la afirmación de que los hijos únicos tienden a ser cerebritos.

Notas

1Criar a los hijos es un trabajo difícil que afecta a la salud y a la felicidad de los padres (Veenhoven, 1984).

2Los niños queridos a medias tienen bastante probabilidad de encontrarse con una aceptación poco entusiasta de los padres, y por lo tanto corren un riesgo mayor de maltrato y desarrollo patológico. Esto se muestra en la abundante bibliografía sobre las consecuencias de la privación de afecto por parte de los padres (por ejemplo, Dytrich, Matejcek, Schuller, David y Friedman, 1975. Rohner, 1980).

3Mientras no se presenten apuros difíciles de controlar, el malestar en la infancia de alguien puede incluso fomentar el desarrollo y entonces dar lugar a ventajas posteriores. A este respecto la situación de los hijos únicos puede ser semejante a la de los niños después de un divorcio. No hay dudas de que estos últimos se ven afectados; estudios posteriores han mostrado un incremento de los problemas de aprendizaje y afecciones psicosomáticas (Wallerstein y Kelly, 1980). Aunque en la época de adultos, los niños de divorciados no parecen ser menos felices o más inadaptados que la media. Aparentemente la angustia, a largo plazo, se compensa más o menos con los efectos positivos de enfrentarse a tal desafío.

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